Viernes, 24 de mayo.
La rabia consume nuestras almas, lentamente.
El tiempo se convierte en la llama que enciende, prende y agota nuestras vidas y, los recuerdos, no son más que cenizas, restos de un cigarro que alguna vez fue consumido por unos labios que demostraros ternura.
Todos buscan desesperadamente una razón por que la existir, por la que luchar, por la que seguir, por la que vivir. Malgastan su valioso tiempo en absurdas esperanzas efímeras, convirtiéndose en objeto de almas despiadadas capaces de cualquier cosa con tal de alcanzar su propia felicidad.
Pero nada tiene importancia. Nada cuenta. Todo está planificado milimétricamente para continuar, para poder superar todas las caídas, para coger fuerzas e impulsarse, para seguir en pie.