Mientras llueve.

La lluvia se precipita sobre nosotros en su afán por liberarse de la altura.
Todo ha ido cambiando poco a poco, casi sin darnos cuenta, sin pararnos a pensar que nuestros actos son reflejos del alma.
Dejamos pasar el tempo, como si fuera algo tangible, pero ahí está, corriendo, escapando sin poder ser detenido por nadie. 
Intentamos disfrutar de cada instante dejando a un lado los pequeños detalles que, posiblemente, marcan la diferencia entre la verdadera felicidad y la felicidad idealizada que hemos creado, que creemos poseer. Pero, en realidad, el alma esconde una parte oscura que algunos dejamos salir a la superficie de las emociones. Esa parte que nos confunde, que sobrepasa la línea de lo correcto, esa que no entiende lo que está bien visto y lo que no. Esa fina distinción entre lo que realmente queremos , y lo que consideran los demás que queremos.

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Pasa el tiempo y nosotros seguimos ignorantes de aquella esencia que nos da la vida, nos hace querer seguir adelante. Olvidamos por completo la razón por la que existimos, otros ni tan solo la conocen. Seguimos con nuestras vidas sin preguntar porqué estamos aquí, sin hallar el sentido, el verdadero sentido de nuestra presencia en otros.

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Sigue lloviendo. El cielo está nublado, nos hace confundir las cosas. Es la representación de la tristeza en muchos, el olvido, o las ganas de él. 
Pero todo es demasiado complicado.
Dejamos el bolígrafo deslizarse por las hojas sin pensar demasiado, sin prestar atención a lo que plasmamos. Tan solo escribimos, nos desahogamos de todas esas ideas que rondan nuestra mente, sin lógica alguna, de los recuerdos, aquellas imágenes que van apareciendo en forma de diapositiva, haciéndonos revivir intensas emociones que en su momento no dimos importancia: Una simple sonrisa;  esas miradas de fuego que consumían el alma; caricias en piel nueva; un beso que nos hacía experimentar, que nos hacía probar el sabor a marihuana en el aliento, o el sabor del alcohol en los labios; un paisaje, o su rostro plasmado en las pupilas, dilatadas por costumbre; la silueta de aquella persona que imaginábamos desnudar, sumergiéndonos en nuevas sensaciones, frente a frente, sin pausa, con mucha prisa por llegar al éxtasis, por rozar el nirvana con el corazón. Tantos recuerdos que reaparecen sin motivo o se quedan en el olvido, pero la confusión se presenta a cada instante. Sin darnos cuenta nos delimita, nos impide realizar aquellas acciones que nos rasgan las entrañas queriendo salir.

No quiero pensar, tan solo caminar, seguir un ritmo apresurado ignorando el tiempo. Detenerme a cada instante que sea preciso y disfrutar de aquello que me rodea, aliviar de mis retorcidos, absurdos y abrumadores pensamientos a mi mente.


La lluvia no encuentra pausa posible, sigue confundiendo nuestras mentes, continúa haciéndonos sentir libres mientras nos obliga a resguardarnos de ella. Salir, correr, gritar bajo ella, decirle al mundo que nada apagará tu alma ni hará disminuir el ritmo de tu paso en el camino.