Vacío. Todo a mi alrededor está vacío, como mucho a medio hacer.
El tiempo nos consume, sin escapatoria posible. La música llena ese hueco de soledad, pero no es suficiente, nunca lo ha sido.
Mezclo frases con alcohol y altas dosis de ficción y surrealismo. Con ello logro abrumar la mente, liberar el alma.
Pluma, papel y sentimiento, dejo salir sin ningún impedimento cada uno de los pensamientos que recorren mi razón, esos que queman si los guardo. En ocasiones consigo plasmarlos sin pensar demasiado. Otras necesito cafeína, como la que hay en tu mirada, y recordar tu olor.
Camino inquieta, observando siempre. A veces me paro. A veces continuo. No decido el ritmo de mi vida, pero sí me quedo con aquello que considero valioso. Instantes, breves pero intenso que, simplemente, ocurren en el momento menos apropiado, cuando la mente más necesita clama. En un segundo se provoca la confusión.
Todo es demasiado demencial. Las palabras ya no sirven, escapa la ilusión tras tanta pérdida injustificada de esperanzas. Intentar acertar por error, desvivirse por vivir, llorar para poder sanar heridas con restos de sal y limón en la piel, crear disimuladas sonrisas que esconden oscuridad, interpretar un papel que un espejo roto en la pared es capaz de desmontar, que descompone en mil pedazos la piel donde solía esconder todo aquel calor.
Pretendo seguir el camino, pero una sombra oscura me persigue a cada paso que doy.
No encuentro lugar donde sentirme a salvo.
La felicidad que radiaba mi sonrisa se ha ido desvaneciendo con el paso de las penas, causada por este mundo complejo que no entiende mi ser.
La razón se confunde, no entiende.
El fuego que ardía dentro de mí se ha ido consumiendo como si de cenizas habláramos, y la esencia ya no tiene precio, no se valora. Y sufres, sin motivo aparente.
El desconsuelo traspasa la piel, los huesos, y llega al alma. Quiero saltar al vacío, pero siempre hay algo que me lo impide. No logro averiguar qué es aquello que me empuja hacia atrás, salvándome del precipicio e impulsándome hasta el lugar donde había caído la última vez. Correr es la única opción.
De vez en cuando vuelvo a asomarme a la nada, mirándola a los ojos, sin miedo a que se apodere de mí. Permanezco frente a ella, dejando que me apunte directamente. Por un instante logro olvidarme de ti, pero siempre vuelve tu recuerdo. Bendita tortura tenerte en la mente.