Es curioso como se comunican los insectos en verano,
suenan a escape de gas,
a un té chirriando,
suenan a cascabeles,
a una cabalgata de Navidad a principios de julio.
Es el intenso sabor al anhelo del invierno,
un amor imposible entre las cuatro estaciones
disgregando los últimos pétalos de la primavera.
Me escuece la herida que ignoré,
el sudor provoca efervescencia en los rotos de la piel.
Me siento insecto,
me siento ruido desgarrador
intentando comunicarse en un idioma diferente.