La última página. Letras que escuecen y que llaman a tu puerta, pero tú no quieres dejarlas pasar. Imaginas su entrada triunfal, arrasando con el orden, imponienedo su caos y una extraña sensación de calma nostálgica, una sobredosis de éxtasis, efímera y arrebatadora, que se lleva al marchar. Y así como llegas a la última frase, a la palabra final, el espacio desnudo restante te confirma el vacío que se asoma desde el horizonte de la soledad.
Silencio, silencio.
El eco del recuerdo huidizo a su muerte retumba en los posos del café (con leche del tiempo, por favor) y la voz que te narraba esas historias vuelve tímidamente con el frío, que te acaricia la espalda y te eriza la piel. ¿Dónde estás?
Todod los fuegos, el fuego, y acabaremos consumiéndonos, acabaremos en nada.
"Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris"
Polvo, pero el que hay en la encimera.
Ya lo limpiaré mañana.