Música, música para mis oídos.


Cerrar los ojos. Oscuridad. Tan solo me queda eso. Una gran oscuridad en la que poder sumergirme cuando los problemas, los quebraderos de cabeza, aparecen. Lágrimas que quieres deslizarse por la tez, pero la mente, la razón, no lo permiten. Una explosión de distintas emociones que impiden el poder aclararse. 

Tranquilidad. La música está sonando. Música que nota a nota va despejando las ideas. Va borrando aquellas sensaciones de frustración, soledad, furia y rabia que se han amontonado en algún lugar perdido del ser. Desaparecen lentamente, mientras la concentración únicamente se centra en la melodía que de fondo está sonando.