Vuelve a llevarse estas palabras el viento.
desgarra la gélida brisa
que acaricia mi sueño,
que ensancha tu recuerdo.
Vuelvo a sentirte muy dentro. 
Esta sangre
 náufraga en océanos de tempestades
ha cogido la mala costumbre de izar la bandera del duelo
al echar su ancla en tu vientre. 
Ya no vuelan versos en el aire,
y la noche yace
irremediable
en la soledad del oscuro. 
El cielo,
esta inmensidad que castiga la mano astuta que golpea
insaciable
mi cabeza
ha decidido detenerse un instante
en mi ventana.
Y parece que ha dejado de llover,
o es que el tiempo ha trastornado mi equilibrio y me ha
(me he)
precipitado.
Ya no siento.  
La verdad innegable de caer se ha vuelto desierto.
Esta noche. Quédate.
Golpea más fuerte y podrás disparar desde adentro.
Estas venas mías ya no encuentran agua
y rechazan cualquier otro venendo.
Te quieren a ti,
o a tu dulce forma de quitarme el aliento,
de sacarme las entrañas y llamarlo libertad
como quien llama a comer. 
Aún me queman las heridas de tu fuego,
las escucho llamar al silencio cuando todo parece estremecer,
y se esconden en el fondo,
y se cubren de tristeza,
a veces pintan en el aire,
o desnudan sin decencia el alma de otra mujer.