El impulso eléctrico de su recuerdo
me ha chamuscado las arterias,
ha provocado un cortocircuito
y ha quemado el software de mi cuerpo.
A veces quiero odiarla,
pero solo logro amplificar la sensación de vacío que he ido creando,
en escala de sombras y reflejos,
a medida que nos íbamos deshaciendo debajo de las sábanas.
A veces quería quererla,
pero las entrañas se retorcían,
la presión de mi atmósfera asfixiaba el oxígeno de mi alrededor,
me desangraba,
escupía veneno a causa de los miedos,
las excusas,
los silencios,
los reproches,
los vacíos,
los miedos, más miedos, y otros miedos...
A veces quería perderme
de ella,
de mí,
darle esquinazo a las burlas de mi mente,
dejar de joder mi mundana existencia.
Tenía la necesidad de sentir su cuerpo, respirar su aire, vaciar una botella, fumarme mucha mierda o llenarme de pólvora la sesera.
Todo era lo mismo, provocaba el inconfundible y efímero
efecto placebo
con el que vivía, moría y renacía,
una vez tras otra,
un dolor tras otro.
(La inspiración, el viento cargado de sentimientos fríos e impulsos eléctricos que magnifican los pinchazos insaciables del esternón ahora ahoga y asfixia el aire que envuelve su aroma, y los recuerdos, algunos que se escapan a mi control, vuelven con la imagen de su cuerpo envuelto por caricias y su respiración acelerada asesina la calma que, tal vez, haya sentido alguna vez a su lado)