Música en vena, letras impregnadas con tinta indeleble en la piel, las notas memorizadas en la cabeza, esa dulce, precisa, perfecta voz, repitiéndose una vez trás otra en mi mente.
Cada ritmo me recordaba alguna experiencia de mi vida deseando ser revivida mientras, algún deseo aparece por mi mente, desesperado por hacerse realidad, por convertir la mentira en verdad, como cuando mi mente imagina tus labios acercándose lentamente a los míos, y antes de unirlos, me sonríes, tu mirada se clava en la mía, me observas fijamente, y acaricias con las yemas de tus dedos mis brazos, deslizándolos desde los hombros hasta las manos, que entrelazas con las tuyas, y mientras eso sucede, mientras todo mi cuerpo tiembla, tú, decidida, no lo dudas, y te avalanzas hacia mis labios para robarme uno, dos, tres, cuatro o los besos que tu quiesieras porque, indefensa por tus encantos, daría la misma vida si tu me lo pidieras, en ese mismo instante, sin dudarlo si quiera.
Y es al darme cuenta de que eso puede llegar a ser imposible, por mucho que me quiera engañar, que todo es fantasía, nada real. Y mi mundo se derrumba, pero en silencio, acostumbrado ya a la rutina del vivir sin ti. Y la música aumenta su volumen. Tan fiel como siempre. La mejor droga de todas, incluso mejor que tus besos porque, es con la música con quien celebraría que ese ansiado momento se haya producido, mientras lo reproduzco a compás de las notas que forman la mejor de las melodía que en ese instante haya podido encontrar. Pero no, tus besos serían el equivalente a alcanzar el nirvana, el éxtasis, el todo o la nada, y dudo que haya nada mejor que eso.
Pero música, mi música, mi indispensable y amada música, que me ayuda a sobrellevar, a sobrevivir sabiendo que esos besos que no tube, no tengo y no llegue nunca a tener pertenezcan a otra. Que sea otra su dueña, dueña de ti, de las noches, de tus noches y tus días, la razón por la que late tu corazón, por la que sonríes, por tener todo eso que yo tanto deseo, y sin embargo no puedo tener.
Y otra vez reaparece la música, que con sus ritmos me hace olvidarte, me enloquece, y mi mente pierde el control sobre mi cuerpo. Esos minutos que me devuelven la vida, minutos que saben a gloria, pero tan solo minutos, minutos que, comparados con los miles de recuerdos mucho mejores que podemos llegar a tener, no son nada.
Pero es aprender de esta experiencia, madurar, no ser vulnerable, y prevenir próximas situaciones similares a estas, esto solo me hace más fuerte, y una caída no me hará abandonar, me levantaré y seguiré caminando como si nada hubiese pasado, como si de un sueño se tratase, y al despertar no recordase nada.
Lista de reproducción aleatoria-Pista 11.