Un pequeño desvío, una caída sin importancia.


Aquella mínima esperanza fue derruida. En aquel preciso instante me di cuenta de que todo había cambiado.
Tal vez la culpa no fue mía, sino del destino, que así lo quiso. Pero mi mente se engañaba haciéndome creer que la única responsable de haber perdido aquello que no tuve  era yo. 
Gritos en el silencio de una habitación a oscuras en la que se distinguen las sombras iluminadas por la tenue luz proveniente de los faros que alumbraban las desiertas calles mientras, de fondo, suena alguna canción que no recuerdo y el insignificante susurro del viento colándote por un mínimo espacio en las ventanas casi herméticamente cerradas.
Me sumergí, decidida a olvidar, en otro lugar donde el olor a café le ganaba la lucha a su recuerdo. No sé qué me hizo volver en mi. Tal vez la realidad, o la música que aumentó el volumen haciendo que me concentrase en ella, prestando atención a cada nota, a cada acorde, a cada agudo, cada ritmo mientras su voz deleitaba mis oídos. Mis necesarias canciones en francés, me devuelven a la vida como si de alcohol, drogas o sexo se tratase.
Reproducción aleatoria en una lista de canciones seleccionadas detenidamente para olvidar y engancharme a la única medicina que, a ciencia cierta, sin dudarlo, puedo afirmar que causa su efecto. No hay más complicaciones. Mis objetivos, mis metas, las consigo, y un desliz, una torcedura, un pequeño desvío, una caída sin importancia, no me hará cambiar eso. 
Demasiado caos hay en mi mente, la tarjeta de memoria está llena, no admite nuevos datos.


Música.

Noto como mi cuerpo lentamente entra en estado de dependencia hacia una nota, un ritmo, un conjunto de instrumentos, acompañados por una voz. Hablo de música. Música que produce miles de sentimientos diferentes, y reproduce recuerdos de una infancia, recuerdos de momentos en que la felicidad era mayor que cualquier otra cosa, recuerdos a una persona que era capaz de hacerte olvidar el sufrimiento.
Y sí, la música siempre ha sido un pilar fundamental en mi vida, pero últimanente la he necesitado más que nunca, me he convertido en una musicodependiente, música en grandes dosis para calmar la tristeza, las paranoyas.
Cada segundo, cada nota que se aprecia es comparable a un orgasmo dispuesto a cambiarte el estado, de producirte una sonrisa que inunde tu cara, llegando a lo más alto con un simple movimiento. O por el contrario, hundirte en la mayor de las tristezas mientras los acordes reviven una mala etapa, un mal día, reproduciendo de nuevo lágrimas, que aumenten la rabia contenida mientras los reproches se apoderan de tu mente, se escapa el odio, el sufrimiento por la mirada, por tus dilatadas pupilas y tus rojos ojos cristalinos por el cúmulo de lamento, de sollozo, de lloro deseante de caer, precipitarse por tu tez hasta llegar al cuello y deslizarse hasta perderse.

Callejear por las calles de Palma.


Ayer, 25 de Diciembre, 2012.
Es Navidad. Callejeamos por las calles de Palma, donde el silencio abundaba, pero a cada instante era interrumpido con carcajadas e historias, anécdotas que te hacían olvidar los problemas. 
Sí, fue un buen día.
Disfruté con todos aquellos temas que Kevin sacaba antes de que el silencio se apoderase del lugar en que habíamos llegado a parar tras haber caminado sin rumbo. Sinceramente, me encanta pasar el tiempo con él. Nuestros estilos son similares. Me fascina su vida, los lugares en los que ha estado, lo que ha vivido en ellos, lo que ha sentido, es apasionante. Lo veo como un gran amigo, que me puede aportar mucho como persona.
No solo estuve con Kevin, nos acompañaba la que puede ser la persona más importante, un apoyo fundamental para mi, Tahi, mi Tahi, mi mejor amiga.
Anduvimos los tres por las céntricas pero desoladas calles y callejones de Palma hasta volver al mismo lugar de donde decidimos encontrarnos al comienzo de la tarde, y nos paramos a disfrutar de una taza de café en la terraza de un bar en la misma Plaza España.
Después de esa breve pausa, fuimos a sentarnos al húmedo césped del Parque de Ses Estacions, mientras compartíamos animadas conversaciones con la movida madrileña de fondo. Fue una gran tarde con esas dos maravillosas personas que se han convertido en indispensables en mi vida.