A veces deliro imaginando sus curvas en mi mente. Qué se le va a hacer, mi alma aventurera decidió aburrirse de la monotonía y perderse en la espiral infinita de su sonrisa, aquella que tan pocas veces se dejaba ver. Pero un reflejo de luz aural, un destello en la oscuridad, un pozo desbordante del fuego de la vida arrasa cada rincón de mi cuerpo al creer ver todos aquellos besos perdidos colgando en la comisura de sus labios, danzando en su risa, llamando a la carne. Un delito contra la inocencia, contra la sangre fría, contra el olvido. La perdición escondida entre las sombras de su mirada, llenas de histeria, de veneno. Adictiva por el hechizo hipnotizador que provocan sus pupilas, envolvente en todos los sentidos físicos y mentales.
Y a pesar de todas las evidencias quise jugar a ser Dios, a dejar de sentir y olvidar que aún tengo por ahí un corazón, maldito tal vez, como ella