Poema XV
Safo de Lesbos
Inmortal celeste, de ornado trono,
dolotrenzadora, Afrodita, atiende:
no atormentes más con pesar y angustias
mi alma, señora,
otra vez oíste y me escuchaste
y dejando atrás la dorada casa
patria viniste,
a la negra tierra tiraban prestos
con sus fuertes alas batiendo el aire
desde los cielos.
con divino rostro me sonreías
preguntando qué me pasaba, a qué otra
vez te llamaba
me suceda ahora: «¿A quién deseas
que a tu amor yo lleve? Ay dime, Safo,
¿quién te hace daño?
si aceptar no quiso, dará regalos;
te amará bien pronto, si no te ama,
aun sin quererlo».
líbrame, y otorga lo que mi alma
ver cumplido ansía, y en esta guerra,
sé mi aliada.
Safo de Lesbos
De verdad que morir yo quiero
pues aquella llorando se fue de mí.
Y al marchar me decía: Ay, Safo,
qué terrible dolor el nuestro
que sin yo desearlo me voy de ti.
Pero yo contestaba entonces:
No me olvides y vete alegre
sabes bien el amor que por ti sentí,
y, si no, recordarte quiero,
por si acaso a olvidarlo llegas,
cuánto hermoso a las dos nos pasó y feliz:
las coronas de rosas tantas
y violetas también que tú
junto a mí te ponías después allí,
las guirnaldas que tú trenzabas
y que en torno a tu tierno cuello
enredabas haciendo con flores mil,
perfumado tu cuerpo luego
con aceite de nardo todo
y con leche y aceite del de jazmín.
Recostada en el blando lecho,
delicada muchacha en flor,
al deseo dejabas tú ya salir.
Y ni fiesta jamás ni danza,
ni tampoco un sagrado bosque
al que tú no quisieras conmigo ir.
Que la ciudad espera - Odette Alonso.
Lo supe desde ayer
o desde siempre
alguien estaba esperando la salida
y caminar sería una esperanza alegre
bajo los pies
que la ciudad espera.
Por eso demoré menos que de costumbre
y bajé sospechando que la incredulidad
era sólo un fantasma persiguiendo.
La ciudad es un misterio
que cambia sus colores
un lagarto dormido y acechante
una vieja inquisidora y alcahueta.
Por eso permití que me escondiera los zapatos
y me tomé de su mano para cruzar la calle
por eso hicimos el amor con la ventana abierta
para que la ciudad
recostada al balcón
nos contemplara.
Afuera ya no llueve
se poblaron los charcos
y la ciudad espera por los sueños de todos.